Juego de manos

 

Se diría que hay una especie de afinidad electiva entre el ferrocarril y la fotografía. Logros del siglo XIX, como es sabido, que sirvieron para socializar tanto el viaje como la imagen, colaborando a la irrupción de lo público en lo privado. Motivo el de los trenes, también frecuentado por la vanguardia fotográfica, siempre fascinada por la civilización industrial, como muestra Kertész con su Elevated Train Platform, por citar un ejemplo. Un eco de todo eso parece haber en estas fotografías de Concha Prada, en estas Basuras Domésticas que pueden verse en la estación del Norte, el hermoso edificio de Demetrio Rives, algo devastado en su ornamentación original. Este detallado repertorio de usos privados de la mano que se nos muestra, fragmento de una serie mas amplia de fotos, ha encontrado aquí, en un recinto urbano y público, uno de sus espacios naturales. Reino de las multitudes solitarias, como dice Calvino de las estaciones, éstas se nos aparecen como escenografía privilegiada de un incesante vómito demográfico, cuyas necesidades confieren al lugar un cierto halo de feria de atracciones.

Quizás por esa razón, Concha Prada, a la manera de prestidigitador que engaña a los espectadores con entretenimientos varios, ha presentado una especie de juego de manos. Juego donde las manos no hacen desaparecer conejos, pañuelos, palomas o relojes; hacen desaparecer esas pequeñas basuras que acompañan gran parte de nuestras decisiones o necesidades diarias. Grandes y silenciosas, esas siete fotos, de cuatro metros por tres, conviven con ese ruidoso caos de reclamos publicitarios, puestos de venta, paneles informativos e intermitentes llegadas y salidas, y , ofrecidas a la mirada del viajero y del paseante hacen de la estación un escenario mas propicio que los severos y siempre algo tautológicos museos y galerías; aunque la monumentalidad del propio recinto, la majestuosidad del hangar de la estación, hubiera exigido, quizás, un número algo mayor de piezas.

Las elegantes y sobrias fotografías en blanco y negro, donde el contraste de su gran formato con el fragmento microscópico que se nos muestra violenta un tanto la mirada, detallan el anónimo gesto del combate con la basura de cada día, con ese pequeño excremento doméstico al alcance de nuestras manos: la impertinente goma de mascar adherida al zapato, el aseo de las uñas, los residuos de la comida, la fruta que debe ser saneada…gestos universales, que no parecen distinguir sexo ni destreza. Sorprende esa particular identificación de las manos con la basura; analogía quizás alentada por Barthes, autor leído por Prada con fruición, que no pierde ocasión de describir las manos y las uñas de quienes le rodean y su estado de limpieza. Manos que se dirían obsesionadas por la mancha, por la limpieza ; manos inmaculadas blanqueadas por una pastilla de jabón de color oscuro, que silencian otras basuras domésticas, como las del amor solitario o compartido. Manos ensimismadas las de estos ejercicios para cinco dedos, donde están ausentes otros gestos y usos. Por ejemplo, los del lenguaje. Unas manos que también pueden ser elocuentes para quienes como yo crecimos en el silencio.

Salvador Albiñana

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